
Me voy de viaje la semana que viene. Después de mucho tiempo, por fin tengo un desahogo estupendo preparado con amigas una semanita. La primera escapada sola, me refiero a nadie de quién estar pendiente, y libre.
Pero mi cabeza va como va como una moto en un circuito de alta velocidad. con muchas curvas y con los frenos pachuchos. Y es que tengo demasiadas cosas en la cabeza, un ruido ensordecedor desde hace mucho tiempo.
A saber, el volumen de trabajo asfixiante, porque llega el fin del mundo que es irme de vacaciones, los niños, la casa, la preparación del viaje que aún no he empezado, la revisión del coche que ya no voy a poder hacer y algunas cosillas más que cuadrar con el padre de mis hijos.
Con todos los asuntos en mi coco (como solemos decir en mi casa para referirnos a la cabeza), para rematar me había olvidado de buscar dónde dejar a mis perros. ¿He dicho que no viajo mucho, verdad?.
Y encima, ya me veo yo que viajaré sin depilar, maldita sea. Porque ahora no me va a dar cita nadie… Entiéndase: depilarme bien, porque lo básico ya lo hago yo y tampoco voy como una gorila. Además, con los años he perdido mucho, para mí mayor alivio.
El caso es que a mis perritos se los queda habitualmente el padre de mis hijos porque yo hago lo propio también en la situación inversa, con alguna excepción. Tenemos acuerdo de custodia compartida de niños, perros y coches. Algo muy cómodo, e incómodo a la vez en ocasiones, pero eso es otra historia.
La cuestión es que mi única opción a la vista esta mañana era mi cuidador, a quien he acudido en estos casos de necesidad y ocasiones excepcionales. Es un chico encantador que los cuida como nadie y los conoce, pero el asunto de quedárselos lo tenía con el cartel de ‘lleno total’, normal a estas alturas por otra parte.
Este chico se ha ofrecido a quedárselos ‘porque eres tú’. Y yo, que soy muy mirada y no me gusta aprovecharme ni complicar la vida a los demás, he aceptado siempre que no encontrara a alguien más. Él me ha facilitado el teléfono que una chica le dejó, que vive al lado de mi casa y no conocemos ninguno de los dos. Bueno, ahora ya sí.
Así que he quedado con la mujer del teléfono. No pretendo dejar a mis dos niños caninos a cualquiera que no me dé la confianza de que se ocupe de ellos como toca y los trate como se merecen. Aquí va el resumen de la situación con información objetiva:
Mis perros: dos, tamaño pequeño, no dan problemas. De edad avanzada, por lo que no quieren pasear largo trecho, menos aún con este calor. El mayor, el macho, ciego, con lo que se mueve poco en casa y no dice mucho. Esto no se lo he dicho, pero el pobre se va topando con todo lo que se le cruza en su oscuro camino. Lo único especial, darle una pastilla diaria para el riego de la cabeza, por la edad. La hembra, más joven, cariñosa, listísima y tampoco da faena. Ambos recogidos de la calle de pequeñitos, de razas cruzadas y preciosos. Unos soletes vaya.. (vale, esto es subjetivo).
Esta chica: Maestra. Vive a tiro piedra de mi casa (enfrente). Ha tenido un perro hasta que faltó tras once años, según dice. Nunca se ha dedicado a cuidar perros ni nada similar. Como no se va fuera estas semanas, quiere sacar un dinerillo. A diferencia de mi cuidador habitual, no pone el pienso porque mis perros usan uno especial que necesitan y lo aporto yo de buena gana (huy, tengo que comprar…). Tampoco tiene capachos, camitas o similar (tengo que lavarlos), los pongo sin problema. Ya no le he preguntado por el cuenco para el agua, si tengo que dejárselo también, pues vale.
En principio todo bien, aunque ha llegado demasiado tarde para mi gusto, teniendo en cuenta que, según ella, estaba lista (entiéndase arreglada y con los zapatos puestos) y vive a 30 segundos del lugar de encuentro, y salvo el feeling conmigo que es imposible. No me transmitía buen rollo.
Pero en fin, aunque no me estaba convenciendo, tampoco es necesario que sea amiga mía, pero aseguro que me la imaginaba maltratando a mis pequeños abuelitos. Y eso no es propio de mi manera de pensar y confiar en la gente. Tiene algo de falso en el trato, o raro… Aún así, quería darle una oportunidad, o más bien a mi cuidador, que es quien tendría que quedárselos si no.
Lo decidiría más tarde, en frío. Tocaba hablar de precio y entonces saca ella el asunto de un modo curioso, como si tuviera prisa por largarse, aunque me había dicho que no tenía nada que hacer esa tarde. Ahí, generándome confianza de que va a dedicar su tiempo a mis perrillos. Yo sí tenía prisa así que no me venía mal.
Allí estaba yo, con mis perrillos, a las seis de la tarde, con un calor de muerte, y con mis hijos (que al menos estaban en un parquecito a pocos metros), tomándome un café que no me apetecía debido a su demora, y con cosas que hacer y promesas a mis retoños que cumplir esa tarde.
la cuestión es que esperaba el mismo precio que mi cuidador, como mucho, puesto que ella no es profesional y no tiene faena en comparación, incluso con un servicio de un único perro más joven. Precio que ella sabía porque me lo había preguntado.
Pues si no quieres caldo, toma dos tazas… EL DOBLE POR PERRO Y DÍA… ‘porque son mayores y hay que prestarles más atención y cuidado’. ¿En serioooooooooo? Y para terminar de sacarme de dudas, me dice que a la mínima los lleva al veterinario, que por cierto está a dos tiros de piedra, ésto es un minuto a ritmo de mi pequeño y amoroso viejecito…, aún sabiendo que ¡mi cuidador habitual es mi VETERINARIO!.
Lo que no sabía ella, es que la plaza ya la tenía asegurada con él 😉
¡Caray con la maestrita! intentandomela colar, perdón, cobrar, a precio de oro. Sobretodo porque piensa que tengo una necesidad ineludible. Menos mal que era para sacarse un dinerillo extra sólamente…

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